viernes, 26 de noviembre de 2010

IMPRESIONISMO


El Movimiento Impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa, principalmente en Francia, caracterizado, a grandes rasgos, por el intento de plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba. Es decir, si sus antecesores pintaban formas con identidad, los impresionistas pintarán el momento de luz, más allá de las formas.
El movimiento fue bautizado por la crítica como Impresionismo con ironía y escepticismo respecto al cuadro de Monet Impresión: sol naciente.
El encanto de la pintura será el no acabado, lo impreciso y vaporoso, frente al detalle de su nuevo rival: la fotografía. Abunda la pincelada suelta.
El principio del Impresionismo es la "división del tono": no mezclan los colores en la paleta, se aplican directamente sobre la tela con el pincel, la espátula, el dedo o el mismo tubo. Las pinceladas quedan separadas como si se tratara de un mosaico, pero un alejamiento de la pintura permite una correcta visión de ella. Surge la denominada "mezcla óptica".
La paleta de colores es reducida: colores puros, primarios, secundarios y complementarios. Se busca la luz coloreada, el negro queda proscrito.
En Francia es Claude Monet quien verdaderamente define el impresionismo. Destacan también Manet, Auguste Renoir, G.P. Seurat, Paul Signac y E. Degas.
En España el impresionista más importante, aunque tardío, es Joaquín Sorolla. Otros quer también destacan son Aureliano de Beruete, Joaquín Mir, Santiago Rusiñol y Darío Regollos.
También destacan el Italiano Giuseppe de Nittis, el alemán Max Lieberman, el sueco Anders Zorn y los norteamericanos J.S. Sargent, J.M. Whistler y Mary Cassatt.



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